Minicentrales hidroeléctricas o maxiproblemas
LA ABUSIVA e irracional instalación de centrales hidroeléctricas está causando graves daños a la vida de los ríos de León. Su proliferación se debe al apoyo financiero y técnico de la Administración, ya que erróneamente considera que es un buen método para reducir la emisión de gases nocivos producidos por las centrales térmicas. Creemos que su apoyo público es un error de base, porque en modo alguno se puede comparar dos problemas muy distintos: el que se quiera reducir la emisión de gases de centrales térmicas para proteger la calidad del aire no implica que sea ambientalmente saludable la destrucción de nuestros ríos. En concreto, para su construcción se tala el bosque de ribera, se canaliza y draga el cauce, se destruye el hábitat fluvial y el flujo natural de las aguas pasa a depender de las turbinas.
Vistos sus efectos perjudiciales, pasamos ahora a preguntarnos si son necesarias. España tiene una potencia eléctrica instalada de unos 59.000 megawatios, mientras que el récord de consumo, alcanzado en marzo de 2004, fue de 37.724 MW, según datos de Red Eléctrica Española. Es decir, hay un evidente exceso de capacidad productora, por lo que cae por su propio peso el falaz argumento de que es necesario levantar más presas de este tipo para aumentar en una ínfima fracción tal capacidad de producción de energía. Es más, los ríos leoneses adolecen ya de una grave sobreexplotación, con lo que tampoco satisface un mínimo de racionalidad el que se defienda la construcción de más presas, como lo demuestra el caso del Torío y la loable defensa del patrimonio natural que realizan sus habitantes. Entonces, ¿por qué estamos inmersos en un proceso de destrucción tal de nuestros ríos? Esto se debe a que los titulares de hidroeléctricas gozan de grandes subvenciones: Reciben de modo directo un subsidio por tener una fuente calificada, erróneamente, como limpia o alternativa. Además, estos titulares gozan de tener toda su energía vendida, puesto que las grandes compañías que se reparten el mercado eléctrico están obligadas a comprar todo lo que se produzca a un precio muy superior. Asimismo, hay que tener en cuenta que se instalan en dominio público hidráulico y utilizan en beneficio privado un ecosistema que es de todos.
Frente a este «asalto hidroeléctrico» proponemos la aplicación decidida de la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea, la cual gira en torno al eje del buen estado ecológico de las aguas y que supone el rechazo normativo a la consideración de los ríos como canales. En todo caso, como alternativa instamos a los promotores de estas obras a que las realicen en canales de riego, salidas de depuradoras y conducciones de agua, pero no en los esquilmados ríos leoneses, víctimas de todo un siglo del irracional estructuralismo hidráulico que ha desfigurado la provincia. Junto a las hidroeléctricas, se suman los dolorosos casos de vandalismo institucional de Riaño o el Porma y las propuestas sin sentido, ni siquiera el económico de coste-beneficio, del Eria y el Duerna. De cualquier modo, ¿no ha llegado ya el momento de ahorrar energía y agua?
El resultado es que el desarrollo rural de nuestros valles se ve frenado por la competencia desleal de estas empresas. En una sociedad donde un medio natural aporta mucho más en cuanto a renta y empleo que unas minicentrales automáticas, el mantenimiento de unos ríos con vida resulta básico para actividades con futuro, como nos muestran los casos de Huesca, Asturias o Granada.
En otros países la situación es muy distinta. En los Estados Unidos se desmantelan presas, grandes y pequeñas, por ahora 650. Francia ha librado al Loira de varias minicentrales que habían provocado que, de una población de miles de salmones, sólo retornasen una decena escasa al año. En Alemania, el Estado de Hesse ha retirado también esas subvenciones. El elemento común a todos ellos es la clara ineficacia de las medidas correctoras del impacto ambiental de las presas. En España, junto con incipientes ejemplos de devolución al medio natural de parte de lo expoliado, AEMS-Ríos con Vida ha logrado la primera sentencia firme del Tribunal Supremo en la materia tras 14 años de pleitos, la cual afirma que «los caudales ecológicos actuales no se basan en ningún criterio científico o técnico» y que además se incumplen sistemáticamente. Otros ejemplos son los de Galicia, que acaba de suspender tras una larga movilización ciudadana 71 proyectos y su Plan Hidroeléctrico, y el rechazo unánime del Parlamento de Asturias a 54 nuevas presas en sus ríos (www.riosconvida.org). Más recientemente, la Unión Europea ha criticado severamente el sistema de concesiones español, pues incumple las normas de defensa de la competencia y la debida imparcialidad en la adjudicación de contratos, origen de corruptelas, como se ha constatado en numerosas ocasiones (Fundación Nueva Cultura del Agua: «Aguas Limpias, Manos Limpias: Corrupción e irregularidades en la gestión del agua en España», disponible en: www.unizar.es/fnca).
Con estos antecedentes, denunciamos que en León se quieran aprobar más proyectos, cuyas solicitudes suelen adolecer de graves deficiencias, como la falta de verdaderos caudales de mantenimiento y la ausencia deliberada de los efectos sociales adversos y la relación de especies y hábitats protegidos. Todo ello hace que los proyectos oculten diversos impactos calificados como «críticos» en las alegaciones presentadas por AEMS-Ríos con Vida y otras entidades, de acuerdo con la metodología de nuestro «Manual Práctico sobre Minicentrales Hidroeléctricas», realizado por científicos expertos en la materia.
Frente a esto, con el fin de favorecer la calidad de vida de los habitantes de la ribera, ha de recabarse la ayuda de particulares y empresarios, del desarrollo y del turismo rural, y el compromiso de instituciones públicas. La Confederación Hidrográfica, los Entes Locales y la Junta poseen herramientas para evitar que las referencias al medio ambiente de la legislación de aguas se queden en papel mojado. A ver si nos damos cuenta de que si una playa no es un arenal para hacer cemento, un río tampoco es una cañería por donde circula el agua, dispuesta a su saqueo. ¿A qué esperamos entonces? No consintamos que destruyan, como dijo Unamuno, el «alma del paisaje» que son nuestros ríos.
Pedro Brufao Curiel
AEMS-RIOS CON VIDA
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