El negocio se lo reparten un total de 33 embalses y minicentrales hidraúlicas con concesiones a cuarenta años
Lo que va del antiguo negocio del molinero a hoy no tiene comparación. La vieja maquila del trigo, a tanto la harina, se ha transformado en los pequeños saltos y ríos leoneses en un negocio de electricidad que mueve ahora 36 millones de euros al año, el equivalente a 6.000 millones de las desaparecidas pesetas y todo informatizado y apenas sin mano de obra. Por no hacer falta, sobra hasta el molinero. Algunas minicentrales ni siquiera tienen empleados.
Según el Ente Regional de la Energía (Eren), la producción hidroeléctrica en León está todavía muy lejos de ser comparable a la de energía de las centrales térmicas, en una proporción de uno a quince (un millón de megawatios hora y casi 16 millones al año, respectivamente), pero las primeras aparecen lanzadas por las políticas ecologistas y las segundas frenadas por la reconversión del carbón.
En León hay un total de 33 centrales hidroeléctricas, de las que las tres mayores están situadas en los embalses del Porma, Riaño y Luna, además de una pequeña instalación en Villameca. Los cuatro se complementan con nueve pequeños saltos más, con una potencia instalada de más de diez megawatios en los ríos Sil, Esla, Porma y Luna, ubicados mayoritariamente en el Bierzo y el extremo norte de la montaña leonesa. También en los primeros tramos de municipios como Ambasaguas, Cimanes, Vegacercera o Láncara, por sólo citar algunos.
19 pequeños en potencia
La producción hidraúlica de los grandes embalses se cifra en una media anual de 840.000 MWh, a los que hay que añadir aproximadamente 116.000 más hasta sumar el millón de megawatios que salen cada año a la red desde las minicentrales. La producción de la «gran hidraúlica», como se la clasifica estadísticamente en el Eren, apenas ha aumentado desde 1998, salvando algunos picos altos por exceso de lluvias en el 2001, y ha vuelto a caer por la sequía a partir del 2004. Por el contrario, la energía generada por las minicentrales ha seguido en la última década una tendencia al crecimiento constante, independientemente de las condiciones climatológicas pasando de 68.000 a casi 116.000 MWh. Según los técnicos del Eren, gran parte de este incremento se debe a la puesta en servicio de estaciones que siguen siendo pequeñas, pero también cada vez más potentes, como las últimas del río Porma: «las más modernas triplican la producción de las viejas, así que la generación de energía no hace más que crecer en porcentajes que parecen espectaculares, pero el problema es que parten de bases históricas muy bajas».
De acuerdo con las mismas fuentes, tanto las centrales hidroeléctricas grandes como las pequeñas están siendo mayoritariamente explotadas en régimen de duopolio por dos compañías nacionales, Unión-Fenosa e Iberdrola, quedando sólo una mínima parte al albur de que éstas compren producción y enganchen a las pequeñas a la red. El negocio, sin embargo, existe, porque el precio medio del kilowatio hora para las minicentrales se sitúa en torno a 11.5 de las viejas pesetas para casos de desabastecimiento, en tanto que los contratos con las grandes térmicas y embalses apenas llegan a la mitad. La diferencia es lo que compensa a los titulares de este tipo de explotaciones, que, por lo demás apenas necesitan mano de obra para mantenerlas en activo: «salvo para vigilar que un muro no se agriete, en cuyo caso sería peor no arreglarlo pronto».