Tengo que reconocerlo, no soy un gran pescador, pero en entusiasmo difícil superarme. Cuando queda menos de un mes para el fin de la temporada de pesca deportiva aquí en Chile, las ansias para que llegue el fin de semana para salir a pescar, son cada vez más intensas.

Este sábado recién pasado, salí muy temprano de mi casa con destino a 2 ríos distantes a no más de una hora, que por lo general siempre permiten tener un día con una que otra captura. Oscuro por la mañana, tomo el camino de ripio que me lleva a mi destino, como es habitual los conejos, uno tras otros se atraviesan en el camino como en un peligroso juego de ruleta rusa, en el trayecto no fueron menos de 15, lamentablemente, 2 de ellos quedaron en el camino. A la media hora de recorrido se empieza a ver en las estancias del sector, el reflejo rojizo de un tradicional amanecer patagónico, miro por el retrovisor y un cielo inmensamente rojo y anaranjado es el preludio de que el día estará con condiciones favorables… al menos en lo climático.

Luego de 45 minutos llegó al primer río, son cerca de las 07.30 y me sorprende ver que ya hay alguien metido en el agua, no me tardo en dar cuenta, al reconocer su camioneta, que se trata de un amigo, tan fanático como yo, pero con mucha más experiencia y que acostumbra pescar en la desembocadura, yo prefiero meterme en el río. Luego de un breve saludo, sigo mi camino, pero hasta el segundo río, distante a 16 kilómetros. Son las 08:00 horas, me estacionó y me preparo para empezar a recorrer el río.

Tengo que mencionar, que como leí en alguna oportunidad, estoy en una etapa avanzado en mi calidad de pescador, ya que aún cuando practico el catch & sartén, respeto las cuotas y medidas de pesca, pero no me privo de llevarme una buena pieza para prepararla a la mantequilla. Tampoco he mencionado que pesco con cuchara, soy de los que los pescadores con mosca llaman “cariñosamente” un ferretero. Los primeros 500 metros transcurren sin novedad, el río se presenta con buen caudal y de agua color té, como es habitual en esta parte del mundo. Luego de una hora, me subo a un tronco para lanzar a unos 20 metros y se produce el primer pique, una trucha arcoíris de medio kilo, no da mucha pelea, la acerco a la orilla y la suelto sin daño aparente. En el mismo sector, tengo una tincada y me meto en el agua, para poder lanzar a corta distancia debajo de un árbol, donde termina una pequeña corriente. Es el tercer lance y siento un fuerte tirón, al segundo, un gran salto fuera del agua tratando de liberarse, se trata de una trucha de casi 2 kilos, que no me demoro en llevar a la orilla, estaba a menos de 3 metros.

Sigo avanzando en el río, 2 nuevos piques de truchas que son devueltas río. Luego de 3 horas, empiezo a regresar sin fortuna esta vez, pero como mencione anteriormente, ya estoy en una etapa donde no me importa pescar tanto, me basta con un par de piques y disfrutar de la caminata y de buscar los rincones del río, donde según yo, deben estar las ansiadas piezas. Me pregunto cómo le habrá ido a mi amigo en la desembocadura, al llegar ya no está, me imagino porque la marea ya estaba muy baja. Es la una de tarde y tengo que regresar a mi casa para poder llevar a uno de mis hijos a jugar un partido de futbol, esperando que pase rápido la semana para volver a salir en una nueva expedición de pesca, espero esta vez, con algo más de suerte. La foto que adjunto no corresponde a esta salida, es solo para mostrar un poco el paisaje y la trucha marrón pescada en el rio Rubens.

Saludos desde la región de Magallanes, Chile.

Patagónico
alfonsonic@hotmail.com