Finalizada la temporada truchera, la provincia leonesa sigue ofreciendo a los aficionados
la oportunidad de disfrutar con la pesca en las aguas catalogadas en régimen especial,
donde la captura con caña se encuentra autorizada durante todo el año con la única
obligación de devolver al río los salmónidos que se capturen en las épocas de veda para
esta especie. Estas masas de agua se encuentran en los siguientes ríos: Bernesga (desde
el puente de la carretera de Carbajal de la Legua hasta su confluencia con el río Esla),
Torío (desde el puente de Villanueva del Árbol en la carretera nacional 621 León-
Santander, hasta la confluencia con el río Bernesga), Órbigo (desde el límite inferior del
coto de Sardonedo al límite superior del escenario deportivo social del Órbigo y desde el
Puente Paulón en la carretera de Santa Maria del Páramo a la Bañeza, hasta la
desembocadura del río Jamuz), Esla (desde la desembocadura del río Bernesga hasta el
puente de la carretera comarcal 621 a la altura de la localidad de Valencia de Don Juan),
Tuerto (desde la presa de riego de Barrientos hasta su desembocadura en el río Órbigo),
embalse de Antoñán del Valle (en toda su extensión, sito en el término municipal de
Benavides de Órbigo), embalse de Bárcena (formado por el río Sil, desde la confluencia
del arroyo de Velasco con el río Sil, hasta el muro de la presa) y embalse de Campañana
(en toda su extensión, sito en el término municipal de Carucedo). También se encuentra
autorizada la pesca con caña desde el 1 enero al 14 de octubre en el embalse de Las
Rozas (aguas embalsadas del mismo) y en el embalse de Matalavilla (aguas embalsadas
del mismo).
Llegado el otoño y la época de veda de las pintonas, muchos aficionados no se resisten a
colgar la caña y se acercan a los tramos fluviales donde se puede seguir practicando la
pesca en busca de otras especies de gran interés deportivo existentes en algunas de
estas aguas. Una de ellas es el lucio, cuya presencia en los cauces leoneses se debe a su
introducción fraudulenta en el embalse zamorano de Ricobayo, a finales de los años
sesenta, que dio lugar a su ascenso masivo por los ríos Esla y Orbigo, llegando a poner
en peligro las poblaciones trucheras. Esta especie, poco deseada en la provincia por el
peligro que supone para las pintonas, resulta muy atractiva para algunos aficionados que
disfrutan capturando a este depredador nato, rápido en distancias cortas y que caza
esperando sus presas oculto entre la vegetación. Los mejores sitios para localizarle son
las zonas lentas y profundas del río, las orillas con obstáculos sumergidos, los pequeños
entrantes y todos aquellos sitios donde alguna discontinuidad del cauce produzca zonas
de calma. Para tener éxito en su captura es necesario tener en cuenta su capacidad
visual, olfativa y la habilidad que posee para detectar las vibraciones. Los peces vivos o
muertos son los mejores cebos para engañarlos, pero al estar prohibida su utilización en
las aguas leonesas los aficionados deberán recurrir a los peces de vinilo, rápalas, devones
y cucharillas. El sistema básico de pesca consiste en lanzar el aparejo en las zonas con
abundante maleza y vegetación acuática, dejándolo bajar al fondo para luego recogerlo a
intervalos, propiciando un ascenso y descenso del señuelo que resultará irresistible para
el lucio y lo atacará vorazmente en cuanto entre en su radio de acción. También resulta
posible capturarlos a mosca, empleando señuelos artificiales confeccionados a base de
pelos de animales y plumas de aves, que dan sensación de vida al moverse debajo del
agua y que pueden usarse en superficie como los poppers y divers, o en profundidad
como las moscas tipo bunny fly, woolhead fly, flashabou y saltwater fly. Esta
especie no tiene limitación de talla ni cupo.
Otro pez que también cuenta con un nutrido grupo de aficionados es el barbo, abundante
en los cursos bajos de los ríos leoneses y que suele encontrarse reunido en pequeños
cardúmenes de los cuales solamente se dispersa para alimentarse. Su captura puede
resultar complicada dada la desconfianza natural que le caracteriza y que provoca su
huida al menor síntoma de presencia humana, por lo que se impone una pesca callada y
metódica. Las mejores zonas de captura son los remansos situados a la salida de las
corrientes y en las proximidades de las chorreras con aguas batidas. Los cebos ideales
para engañarlos son los invertebrados que habitan en el fondo del río, el asticot, la ova y
la lombriz de tierra, aunque también toman el maíz y el trigo. Cuando la temperatura del
agua es cálida, resulta sumamente divertido capturarlos a mosca artificial con cola de
rata, empleando un indicador de picada y una ninfa (las de tonalidades marrones suelen
dar buenos resultados) que se debe dejar sumergir lentamente en las zonas propicias
hasta que el indicador de picada nos alerte con un pequeño movimiento para dar el tirón.
La talla mínima de esta especie es dieciocho centímetros, y su cupo doce ejemplares por
pescador y día.